sábado, 31 de mayo de 2008

Escapada

Mis huesos están calados, rezumando entre músculos agarrotados.

Mis manos apuntando hacia el suelo, lacias, inmóviles.

Una triste figura emerge del suelo, larga y temblorosa, recorre las calles conmigo.

Sale de mis pies, me persigue, a veces va delante, otras… se esconde.

Gatos que más que maullar, parecen gritar su celo.
Sus gritos de apareamiento son estremecedores
debe haber una lucha tremenda entre ellos, ley de vida.
Todo en este mundo esta regido por reglas, normas de conducta, comportamientos sociales, tradiciones…
Quiero salir de esto, quiero dejar mi mente…inútil.

Agarro el volante, reposo mis riñones en su sillón, lanzo mis manos a la llave y la giro.

Subo el volumen, no oigo nada que no quiero oír, ni siquiera mis propios pensamientos, es mas….no los tengo, nada hay fuera, nada existe.

Recorro calles vacías, plazas sin niños, sin perros sin testigos
apenas un par de coches se cruzan conmigo.
La gente descansa, me los imagino en casa tumbados, casi todas las luces están apagadas, supongo que estarán reponiéndose de un largo y duro día.
La verdad, me da igual.

Voy saliendo de la ciudad, me alejo, aun no se donde voy, ni cuando llegare, sin rumbo, sin prisas, sin interrupciones, sin dar explicación, ese era el trato.
Me detengo y bajo del coche, estoy en una especie de colina, allí, contemplo la ciudad, las luces hacen que calcule la distancia entre ella y yo.

Estiro mi manta y la poso en el suelo, un suelo con olor a humedad, a primavera.
Oigo sonidos, supongo que serán las cigarras, apago las luces y la música, saco una lata de bebida de mi mochila, enciendo un cigarro y…me tumbo.

Contemplo las estrellas, frente a mis ojos…la luna, mi grande y hermosa luna.
Todo continúa en silencio, grillos, cigarras e insectos varios
son cómplices de mi escapada.

Noche calmada y serena.
Y… el tiempo pasa… supongo.


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